7 may 2008

José Emilio Pacheco, entrevista no autorizada.

Sinfonía para autor imposible, siete fantasmas y una sombra.
por Guadalupe Elizalde



"Mi hija estaba buscando trabajo y le dijeron:
"Se lo damos, pero tráiganos una entrevista
con su papá", y no se la di.
Así que no se la puedo dar
a nadie: me traería problemas".
J.E.Pacheco, El Norte, 1995.

Escribir es cuento de nunca acabar, la tarea de Sísifo. No sé por qué escribimos, querido George. Pero algo hay publicado al respecto, A quien pueda interesar:

"Otros hagan aún el gran poema,
los libros unitarios, las rotundas
obras que sean espejo de armonía.
A mí sólo me importa el testimonio
del momento inasible, las palabras
que dicta en su fluir el tiempo en vuelo.
La poesía anhelada es como un diario
en donde no hay proyecto ni medida".

El maestro José Emilio Pacheco —articulista, narrador, ensayista, poeta, traductor y ahora presidente de un Congreso de Escritores, la mayoría en desgracia- elude las entrevistas. Sin embargo, un día se percató de que había mentido y ante su amiga, Elena Poniatowska, confesó: "Sin quererlo mentí. Uno siempre se engaña acerca de sí mismo y se imagina su propio pasado. Yo estaba seguro de no haber dado nunca una entrevista, y dos años después de escribirle a Moore comprobé que no era así. Hay por lo menos dos entrevistas: una contigo, en 1968, y otra anterior con Beatriz Reyes Nevares".

Con la venia del poeta, quien considera que "gran parte del trabajo de un escritor se hace escuchando", debo informar al público presente, pero sobre todo a quienes ya no están y a los que vendrán, que José Emilio Pacheco ha concedido al menos siete entrevistas, contada la mía, que jamás existió, antes de quedar escrita para este acto-homenaje en la Ciudad de Puebla. Dicho lo cual, les pido se sume al mito como un nuevo fantasma y para regocijo de Borges.

¿Por qué escribe maestro? "Para empezar a no responderle,/ no tengo nada que añadir a lo que está en mis poemas,/ dejo a otros el comentario, no me preocupa/ (si alguno tengo) mi lugar en la historia./ (Tarde o temprano a todos nos espera el naufragio)./ Escribo y eso es todo. Escribo: doy la mitad del poema./ Poesía no es signos negros en la página blanca./ Llamo poesía a ese lugar del encuentro/ con la experiencia ajena. El lector, la lectora/ harán o no el poema que tan sólo he esbozado."

El poeta busca que alguien lo vea (¿Nietzsche?); hacer útil la inútil dependencia de "ver y dejarse ver por otros ojos" (Zaid).

José Emilio Pacheco, narrador, perfiló a Adelina y así rescató —para otros— a "La reina" en El viento distante. Por él supimos de sus vacíos, su envidia. Y de Óscar, el hermano burlón e insensible. Éste le hizo ver que el suelo de aquel pozo de luz, en realidad un patio de casa antigua, iba a desplomarse si la protagonista no adelgazaba.
Por esa magia podemos recordar que Adelina solía escribir un diario con tinta verde sobre un cuaderno rayado, y que lo mantenía oculto dentro de su ropero. El destinatario de sus secretos y lector perdido se llama, desde 1963, Alberto. Adelina carece de interlocutores válidos y, por lo mismo, se confió al papel. Redactó: "Si mi padre me quisiera tanto como yo creo, ¿no te parece?, ya me hubiera mandado lejos, a España, a Canadá, a Inglaterra, a no sé dónde, lejos de todo este infierno que mi alma sin ti ya no soporta".

Pero el autor onmividente le contagia sus dudas y cambia: Se detuvo; tachó "este infierno que mi alma sin ti ya no soporta".

La protagonista continúa su relato de fobias recién actualizadas por el arribo de una nueva versión del carnaval de Veracruz, hasta alcanzar una frase que parecía encender, por fin, su corazón —intermitentemente, como marquesina de los cines de antes— para que Alberto lo viera: "... No me acuerdo de ningún otro día, tan bonito como aquél en que nuestras vidas se encontraron para ya no separarse jamás".

El heredero de Sísifo corrige de nuevo: Tachó "para ya no separarse jamás".

Con estos recursos, en apariencia sencillos, el narrador nos va conduciendo por el "Parque de diversiones", nos guía por su obra: un juego de cajas chinas en "donde nadie ve a nadie sin que al mismo tiempo sea mirado, juzgado y condenado". Quien narra explica y es quien ve al lector que lo observa, hasta fundirse ambos en una misma hoguera. "En la periferia del círculo, principio y fin son uno": Heráclito.

GE.- ¿Es usted una piedra pulida por el mar, al que no vemos sino encarnado en sus obras? Perdón por la insistencia. No leemos a otros: nos leemos en ellos./ Me parece un milagro/ que algún desconocido pueda verse en mi espejo./ Si hay un mérito en esto -dijo Pessoa-/ corresponde a los versos, no al autor de los versos./ Si de casualidad es un gran poeta/ dejará cuatro o cinco poemas válidos,/ rodeados de fracasos y borradores./ Sus opiniones personales/ son de verdad muy poco interesantes.

JCM.- ¿A qué se debe este olvido en que de repente caen algunos autores?

P.- No, caen todos. Parece que es una cuestión muy común entre los escritores que fueron famosos; es lo que llaman el "purgatorio": un escritor famoso pasa por un purgatorio de unos años en los que se le olvida y después, si es importante realmente, se le vuelve a leer y se convierte en un clásico. También hay que pensar en qué cantidad de gente escribe, siempre ha habido muchísimos escritores, y no podría haber nada bueno si no fuera en ese contexto de la abundancia.

JCM.- Entonces, es normal.

P.- Es inevitable. Es como un proceso biológico esto del purgatorio por el que pasan todos los escritores. Inmediatamente después de muerto hay un momento de exaltación y se reconoce toda su trayectoria.

JCM.- Y su obra, ¿pasará también por el purgatorio?

P.- ¿La mía? Ah no, yo creo que esa ya no pasará al purgatorio: ¡irá directamente al abismo! Yo creo que cuando muera nadie volverá a acordarse de mi —ríe—, no sé, pero uno no puede juzgarse. Uno siempre está en una posición muy mala para juzgar lo que hace, o lo ve exaltadamente, con el entusiasmo de lo que acaba de hacer. O, puede considerar lo contrario: "¡qué horror, cómo pude haber escrito cosas tan malas!" No hay que confiar en el autor; siempre en los textos.

Pez: "Para la red, para el arpón naciste./ Para anzuelos, asfixias y sartenes./ Inficionamos por usura tu mar./ Ahora te haces justicia envenenándonos".

GE: Ese texto me recuerda a Jorge Luis Borges, maestro. A los comerciantes de la literatura... Puede ser que haya atinado. Si fuera así, usted se hubiera reído rebatiéndome: "¡Noooo. Esto lo pensó usted! Por cierto, ¿ya vio los nuevos adoquines de Reforma?" Sin embargo... (Y) a veces me pregunto por qué más tarde/ publicamos lo escrito. Es decir, lanzamos/ una botella al mar, harto y repleto/ de basura y botellas con mensajes./ Nunca sabremos/ a quién ni adónde la llevarán las mareas./ Lo más probable/ es que sucumba en la tempestad y el abismo. No José Emilio. El maestro Gabriel Zaid asegura que "ningún verdadero escritor tiene algo que decir embotellable en distintas formas", y Hoffman quería meter a los malos escritores dentro de unas garrafas, como castigo por su osadía.

Por José Emilio Pacheco, autor, que rescató del olvido, imaginó y tradujo para sí y para nosotros El pincipio del placer, sabemos o recordamos qué tanta importancia puede llegar a tener el sentimiento del ridículo durante la infancia (y después, más). Jorge tuvo que rehacer la redacción de las cartas dirigidas a Ana Luisa, mismas que, por no sé que manías del engranaje burocrático llegaron a las manos de todos nosotros, los observadores: sus lectores, problema que nos aleja hasta de la camaradería, pero nos acerca en la amistad, según confió a George B. Moore en su defensa del anonimato.

Y ya metidos en la "función judicial" (¿Freud o López Velarde?), pasemos a la isotropía de las cartas que la propia Ana Luisa enviaba a Jorge. Tanto le avergonzó su redacción y ortografía a aquel lector de Las minas del rey Salomón, que se apresuró a transcribirlas correctamente en un diario que él también —como Adelina— escondía de los inquisitivos ojos familiares. Será imposible olvidar que, quien pretenda escribir algo más o menos presentable necesita leer muchísimo, incansablemente, consciente de que: todo envejece, excepto el poeta apócrifo Julián Hernández al dirigirse "A los poetas que vendrán". (No me preguntes cómo pasa el tiempo).

Por cierto, maestro, Adelina, ¿era fea por ser hermana de Óscar, el mismo que reveló el secreto —por todos conocido— de Ana Luisa? ¿Gorda y fea porque golpeó a Jorge al salir de la escuela? ¿Se acuerda usted de Zenobia —La Zarpa— cuando lanzó esta queja a su confesor: "Qué injusticia ¿no cree? Nadie escoge su cara. Si alguien nace fea por fuera la gente se las arregla para que también se vaya haciendo horrible por dentro. A los quince años, padre, ya estaba amargada..." ¿De quién estamos hablando en realidad? De Langerhaus, el niño alemán a quien todos molestaban en la escuela: "...Era un genio, un niño prodigio. Los demás no éramos nadie: ¿cómo íbamos a perdonarlo?" No sé, José Emilio. Estamos todos en el azogue del espejo. Hasta "El sapo" al que deseamos aplastar: "Trágico impulso humano: destruir/ lo mismo al semejante que al distinto". (Álbum de zoología).

- Paul Valery acertó: No hay obras terminadas, sólo obras abandonadas. -Tengo muchas cosas que no he acabado: aun en el mejor, en el más optimista de los casos, ¿cuántos años me quedan a mí para escribir? 14 o una cosa así, suponiendo el optimista promedio de vida de que uno alcance los 70 años.

¿Qué le parece ésta, maestro?:
"Como Ulises me llamo nadie. Soy tú porque eres yo. O serás porque fui.../ Después me volví lugar común para simbolizar la sabiduría. Lo más sabio suele ser lo más obvio. Y como nadie quiere verlo de frente, nunca estará de sobra repetirlo: /No somos ciudadanos de este mundo sino pasajeros../ Serena máscara, secreto rostro que te niegas a ver.../, yo soy tu cara auténtica, la que más te aproxima a tus semejantes/... que a golpe de luz erigen la apariencia del mundo, tu entendimiento de lo que llamamos realidad.../ la señal de Caín, el odio a tu propia especie, tu capacidad bicéfala de hacer y destruir, hormiga y carcoma... /Sin mí, qué cárcel sería la vida en la tierra.../ Gracias a mí todo es valioso porque todo es irrepetible y efímero..."

P y JEP.- Corregir es dificilísimo para mí, porque además, cómo sabes que no te equivocas. La simpatía de la gente siempre está con lo viejo, no con lo nuevo. Me dicen: "Ay, por qué lo cambiaste, era tan bonito, tan fresco, tan espontáneo". Los he revisado. Es muy difícil también corregir lo que uno ya hizo, es como retocar una fotografía para que sea lo que uno quiso hacer, no lo que dio el material. Por eso no me gustan las entrevistas (señala a la grabadora) ni las fotos (apunta a un fotógrafo que desde otra fila de butacas descarga el flash, insistente) porque uno se vuelve un personaje, dejas de ser una persona y ya te sientes el "escritor", y eso me parece que es fatal. (El Norte, Monterrey, 1995).

GE.- José Emilio, usted se metió en bosques circulares, según podemos leer en las menciones de sus filósofos y poetas queridos: el fuego se transforma en mar; de ese mar la mitad se transforma en tierra; la otra en tempestad y ésta posee sus propios e inesperados rayos: el timonel. Entra a la muerte y resurrección de las cosas y afirma que las opiniones de un poeta no interesan. "Opiniones humanas: juegos de niños". Heráclito de nuevo.
Sigo pensando/ que es otra cosa la poesía:/ una forma de amor que sólo existe en silencio,/ en un pacto secreto entre dos personas,/ de dos desconocidos casi siempre. casi siempre.

JEP: (Cuando comencé a escribir) No existían los talleres literarios. Me hubiese gustado mucho ir a uno porque así no habría tenido luego la necesidad de corregirme tanto. Ahora, debo decir que fui muy cercano a Juan José Arreola. Estuve con él y fui su amanuense, me dictó su libro "Bestiario". Como él tenía que entregar ese texto y se enfrentaba a algunos problemas de diversa índole, le dije: acuéstese, me dicta, lo tomo a mano, lo paso a máquina y usted corrige. Así fue. Lo único que le reprocho a Arreola es que él, que corrigió a todo el mundo, no me quiso corregir a mí, bajo el argumento de que así estaba bien mi trabajo. (La Jornada, agosto, 2000).

GE.- Maestro: sus textos nos trasladan hacia mares borgeanos. Jorge Luis Borges dijo que "la esencia de la literatura radica en la concepción, en el momento mismo en que se la concibe, la saca a la luz. ¡Entonces sí es literatura!" En el poema "El fuego", de su libro Islas a la deriva se advierte un olor a savia conocida: "En la madera que se resuelve en chispa y llamarada,/ luego en silencio y humo que se pierde,/ miraste deshacerse con silencioso estruendo tu vida". Y no contento con este poema potenciado, su interés social abre la enorme grieta por la que sangramos: "Y te preguntas si habrá dado calor,/ si conoció alguna de las formas del fuego,/ si llegó a arder e iluminar con su llama./ De otra manera todo habrá sido en vano./ Humo y ceniza no serán perdonados,/ pues no triunfaron contra la oscuridad,/ leña que arde en una estancia desierta/ o en una cueva que sólo habitan los muertos". Responsabilidad; ética obsesiva. Quizá, como Borges, Montale, Rimbaud o Mallarmé su felicidad derive del lenguaje. ¿Es cierto que en "la poesía no hay final feliz? ¿Los poetas —siempre— acaban viviendo su locura?"

CG.- ¿Eres muy valiente, José Emilio?

J.E.P. Personalmente los escritores podemos ser cobardes, pero desde el momento en que escribimos hay que ser valientes porque se lanza un texto hacia lo desconocido, no se sabe qué va a pasar con ese trabajo, nada está garantizado.

CG.- ¿Valentía es felicidad?, ¿sería esa la conclusión?

J.E.P. Con todo lo que pasa en el país y en el mundo se necesitaría mucha indiferencia o mucha insensibilidad para decir que uno es absolutamente feliz. En el caso de mi trabajo, tengo todo el respeto por mis textos pero no tengo el menor respeto por mí mismo y eso me permite modificarlos para hacerlos más claros.
- Al revisar varios de estos poemas, sobre todo los que hice antes de mis veinte años, no creo desfigurarlos mediante cambios que consisten básicamente en supresiones: acortar la distancia entre lo que dicen y lo que intentaron decir. Si uno tiene la mínima responsabilidad ante su trabajo y el posible lector de su trabajo, considerará sus textos publicados, o no, como borradores en marcha hacia un paradigma inalcanzable.

GE.- Maestro José Emilio Pacheco: imposible negar que todo lo que le fue íntimo y querido se destruyó, que de usted sólo queda su nombre. ¿Se trata de la fase b de Empédocles; mejor dicho, su inverso: "uno-muchos", a través del cual un ser se "alter- a"; es decir se hace "otros"? Leí que es un camino indefinidamente reversible sobre sí mismo, el círculo cósmico vital, el proceso que no permite que cosa alguna apoye sus pies en lo eterno: "Lo eterno no es suelo propio para los trashumantes pies de las cosas sujetas al proceso vital cíclico". El filósofo escribió: "Lo que sea bello repetir conviene/ dos y aun tres veces". Necesito saber si derivado de esta madera iluminada nació el poema Torre de naipes: "Piso la tierra que no es firme/ sino más bien caliza y se desmorona./ Torre de naipes, fugaz castillo de arena,/ los días que nos tocaron movedizos". He estado pensando si esa idea de que sus textos son perfectibles ¿tendrá alguna relación con La sangre de Medusa, su primer libro, publicado en Cuadernos del Unicornio, en 1958? Le aviso que leí el ensayo "Naufragio en el desierto" de Elena Poniatowska, quien —producto de una entrevista— revela su timidez ante el hecho de ser reconocido como una "revelación", y narra cómo se dedicó a difundir que en realidad le caía muy mal al maestro Arreola, "que de todos sus seguidores usted era el detestado, el viudo, el inconsolable".

J.E.P. Lo he pensado, pero en cuanto los vuelvo a ver (a mis poemas anteriores), no resisto. Si resistiera, imagínate cuántos problemas me evitaría. Ahora, si los dejara tal como aparecieron sería privilegiar al autor y no al texto. Y lo que importa es lo escrito. De modo que si vuelve a aparecer (un libro mío), tengo que entregarle a quien vaya a leerlo el mejor trabajo posible.
J.E.P. Es verdaderamente atroz, es muy difícil, porque además no puedes salirte de lo que ya tienes. Simplemente se vuelve al mismo texto y se trata de hacerlo mejor. Aunque veamos también la parte melancólica: es un lujo que no puedo darme porque ya no tengo muchos años por delante. Pero también pienso: en un momento en que se escribe tan rápido y se publica con la velocidad que hoy vemos, no está mal tardarse 40 años en publicar un libro que lleva esas cuatro décadas escribiéndose.

GE.- Lo mismo ha de haber pensado Flaubert. El fuego del arte verdadero, cuna de otros, que usted adoptó hoguera en el "Centenario" de su ausencia (1980) —un artículo en verso—, redefine las horas quemadas en la corrección: "Muchos juzgan excesivo este rigor.../ Pero todo escritor debe honrar/ el idioma que le fue dado en préstamo, no permitir/ su corrupción ni su parálisis, ya que con él/ se pudriría también el pensamiento./ Su obligación primera consiste/ en escribir prosa o verso de la mejor manera posible./ El gran estilo de Flaubert no es un vitral ni un adorno,/ se halla siempre al servicio de lo que narra". Maestro: ignoro por qué este fragmento me transporta a Rubens, a Darío y a otro poema de su libro Irás y no volverás. Ahora soy yo la que ríe ante alguna de sus muchas alegorías plumíferas.

- Rescribir es negarse a capitular ante la avasalladora imperfección. Respecto a lo que escribimos pueden tomarse dos actitudes y no existe un terreno de conciliación entre ambas: se cree que cada página es sagrada y no debe alterarse jamás; o bien se piensa en la poesía no como una creación eterna sino como un trabajo humano, producto histórico y perecedero: por tanto susceptible de mejorarse.

GE.- ¿Lo contrario sería "El pornógrafo"? Sé que corro riesgos innecesarios, como hacen arañas y moscas; conozco su capacidad memorística, visual y hasta olfativa. Pero también su humor. Si vamos a ponernos sólo medianamente serios (oh insoportable aburrimiento), entonces debo entender ambas posiciones como las expuso y exhibe en los versos 9 y 10 del Cancionero apócrifo del poema "Legítima defensa": "Escribe lo que quieras./ Di lo que se te antoje./ De todas formas va a ser condenado". (1949). "Quisiera ser un pésimo poeta/ para sentirme satisfecho con lo que escribo/ y vivir lejos/ de tu dedito admonitorio,/ autocrítica"(1949). Lo dijo en otros dos poemas: "Balance" y "Manifiesto": "En aquel año escribí diez poemas/ Diez diferentes formas de fracaso". Y: "Todos somos poetas/ de transición./ La poesía jamás/ se queda inmóvil". ¿La crítica a esto serían "Leones" y "Grillos"? (Álbum de zoología)

- No acepto la idea de "texto definitivo". Mientras viva seguiré corrigiéndome.

GE.- Por nosotros está muy bien tenerlo aquí dándole la vuelta al poliedro de la vida, con conciencia despierta "en segundo grado", cuando la mayoría sólo duerme, advirtió Parménides. En The dream is over avisa doblemente de este pecado original, harto común en nuestros días: "Todo ante mí se vuelve alegoría". Muchos también revisamos a solas aquel "cinito impune", la memoria que repite lo que en ella quedó fijo, su lente doble: la verdad encontrada con su opuesto, lo verosímil, la certeza que salta de pronto. ¿Usted mencionó un tigre? Por eso tuvo que escribirlo con "tinta roja": "La poesía es la sombra de la memoria".

A ver, maestro José Emilio, pare. Estoy cayendo en su tablero como piedra en un pozo y usted —con todo respeto— es aquel enorme pulpo agazapado. ¿Corregirse hasta la daga sin ser definitiva la corrección, no es igual que inscribirse en una "Clínica de belleza"? (Irás y no volverás). Como sé que le chocan los recitales lo diré yo. I: "Esas que ves ahí/ sudando a mares/ pro retorno imposible/ fueron un día/ las muchachas en flor...". José Emilio: se ha reído de sí mismo, de casi todo: ¡qué puede un poeta contra la competencia del Kamasutra o del Reader's Digest! (El autor declara su anonimato).

JEP.- Para colmo de contradicciones, cuando corrijo poemas los voy haciendo más breves, como es el caso del libro del Fondo de Cultura Económica que reúne todos mis volúmenes de poemas (hasta 1980). En cambio en la prosa lo que he hecho en varias ocasiones ha sido ampliar.

CG.- ¿Son cambios inocentes, sin malicia?

JEP.- Espero que así sea. Otra cosa es asumir que los estoy cambiando. La inmensa mayoría de los escritores cambian sus textos, pero no lo dicen.

GE.- Es verdad y continuará peor. Sin embargo el tiempo ha sido benigno con usted. En el poema El origen de las especies lo reconoce: "La moda sí es imagen de la muerte/ Todo pasa De acuerdo/ Pero si no pasara yo sería un protozoario/ en un mundo de amibas e invertebrados". ¿Es inocente ese poema? No. Ya habrá ocasión de... Todos tenemos una historia, José Emilio.

Extraño mundo el nuestro: cada día/ le interesan cada vez más los poetas; la poesía cada vez menos./ El poeta dejó de ser la voz de la tribu,/ aquel que habla por quienes no hablan./ Se ha vuelto nada más otro entertainer./ Sus borracheras, sus fornicaciones, su historia clínica,/ sus alianzas o pleitos con los demás payasos del circo,/ tienen asegurado el amplio público/ a quien ya no hace falta leer poemas.

-La historia literaria se escribe en términos militares. Se habla mucho de las pugnas intergeneracionales, en todo caso no menos agudas que los conflictos en el interior de un mismo grupo de edad. Todo ello existe y sería vano negarlo.

GE.- En serio maestro, ¿cuando era joven, no quiso comerse el mundo en un poema? "Mientras tanto comerse el mundo / no es un lugar común en su caso:/ quienes vuelan y danzan y se acoplan/ son las termitas./ Y poco a poco se devoran el viejo Centro de Nueva Orleáns sus mandíbulas./ Fauces feroces como taladro implacable./ Insectos inmunes/ a los venenos conocidos...". José Emilio: el tiempo estuvo de su parte. Quizá ya no querrá burlarse de los "poetas oficiales/ amargos pobladores de un sarcófago/ llamado Obras completas". No creo que necesitemos hacer una distinción entre los oficiales y los oficiosos: su vida es su escudo, pero usted lo supo mucho antes de saberlo: "El niño tiene la intuición de que no es preciso formar/ una secta aparte o sentirse/ superior a los otros para hacer poesía./ Pues la poesía se halla en la lengua,/ en su naturaleza misma está inscrita..."

JEP.- Luego, años después veo que he hecho en la vida lo que deseaba realizar, algo que sí es un motivo de satisfacción. Es decir, nada me apartó en ese lapso de lo que yo quería hacer cuando tenía 18 años.

GE.- "Pacheco por usted mismo", no sería de su agrado. Por eso —al respecto del tema— rescato una esclarecedora carta dirigida a Carlos Fuentes en enero de 1966, donde otro escritor lo menciona: "En este México tan divertido y tan fúnebre todo es igual a su imagen diaria. Los poetas proliferan en probetas anacrónicas, solemnes y aburridas. Cómo me dan pena algunos de nuestros poetas: viven sus vidas al revés, comienzan por ser viejos y terminan, informes masas de gelatina, en el limbo del que nunca debieron salir. El poeta más joven, novedoso y audaz sigue siendo Octavio. Sabines, a los cuarenta, se empeña en no pasar de los veinte: pese a ser rabiosamente juveniles, sus poemas tienen canas y arrugas. Bonifaz ha hecho del experimento una profesión, y sus textos son cada vez más perfectos y admirables. Sin embargo les falta algo, ese algo que no se ha vuelto a dar en México después de Paz. Montes de Oca repite hasta el cansancio las fórmulas que descubrió en Ruinas de la infame Babilonia y Contrapunto de la fe; además aún no aprende a estructurar sus poemas. Aridjis es un poeta a gogó, a hora y deshora fatiga con un erotismo entre provinciano y de clase media baja, y también de la zona rosa. Está por salir un nuevo libro de Pacheco, poeta que entre otras cosas me interesa porque ha hecho el milagro de que nuestra poesía joven pase de la etapa de los moluscos a la etapa de los vertebrados. Cuando se suelte el pelo, José Emilio quizá llegue a ser el gran poeta que tanta falta nos hace...". Tras quejarse de que Spota ahora dirige un ¡suplemento cultural en El Heraldo!, "pobre país, así andamos", el autor de esta misiva, Emmanuel Carballo, se despide del novelista. ( Emmanuel Carballo. "Protagonistas de la literatura mexicana". Alfaguara, México, 2005). ¡Su generación fue implacable!

- Pero igualmente cierto es que nadie trabaja aislado: debe tanto a los poetas que lo precedieron como a sus contemporáneos y a los que vienen después.

GE.- Sí, lo veo, y además me consta su generosidad con los que vamos trepando los muros en esta época de lagos en extinción, lodos y pocas islas. A cierta edad, uno puede hacer mofa de la cursilería, burlarse de aquel poeta de povincias, atentar anónimamente contra quien relega nuestros libros intonsos y escribir, contra toda regla: "Su vejamen de mi poesía se ha vuelto clásico./ Por su opinión me han excluido eternamente/ de panoramas, antologías, historias, revisiones"... Y podemos hasta rematar con un verso de Jacques Prévert o condenarse a muerte —por pereza— entre los poetas elegíacos que tampoco nos incluyen. Pero, maestro, toda esa historia es hoy "toro pasado". ¡No me diga que nunca gimió el hierro en el agua! Sé que en estos temas usted prefiere arrimarse a la sombra de Borges: "El olvido es el fin de todo. El perdón es una forma de vanidad". José Emilio olvida, y yo hago lo mismo bajo su sombra.

Sin embargo, no es tan inútil esta mueca de náufrago./ Porque un domingo/ usted me llama de Estes Park, Colorado,/ me dice que ha leído cuanto está en la botella/ (a través de los mares: nuestras dos lenguas)/ y quiere hacerme una entrevista./ Después recibo un telegrama inmenso/ (lo que se habrá gastado usted al enviarlo)./ En vez de responderle o dejarlo en silencio/ se me ocurrieron estos versos. No es un poema,/ no aspira al privilegio de la poesía/ (no es voluntaria)./ Y voy a usar, así lo hacían los antiguos,/ el verso como instrumento de todo aquello/ (relato, carta, drama, historia, manual agrícola)/ que hoy decimos en prosa.

CG.- ¿Quién fue primero, el poeta o el narrador?

JEP.- Curiosamente, el narrador. Todo mundo empieza por escribir poemas. Y es verdad que a mí me gustó mucho leer versos desde niño, pero a partir de los seis años me acerqué a las historias de piratas y a pequeños cuentos. Los primeros poemas que hice son más tardíos.

CG.- ¿Has echado mano de las ventajas de la computadora para rescribir?

JEP.- Por supuesto, aunque de ese modo se complica más el asunto por la facilidad de cambiar párrafos enteros. En la editorial Era han sido muy generosos al permitirme los cambios. Estoy consciente de que para los editores una variante es enloquecedora. Si corrijo, para la editorial implica hacer el libro de nuevo.
JEP.- Ese es un punto importante. Hay tanto que leer ahora que quienes lo leyeron en sus primeras ediciones no lo van a releer. Así que está hecho para otro lector. Esa es una buena clave. No sé quién sea esa lectora o ese lector, pero me siento responsable ante ellos.

Acaso leyó usted que Juan Ramón Jiménez/ pensó hace mucho tiempo en editar una revista./ Iba a llamarse "Anonimato"./ Publicaría no firmas sino poemas;/ se haría con poemas, no con poetas./ Y yo quisiera como el maestro español/ que la poesía fuese anónima ya que es colectiva/ (a eso tienden mis versos y mis versiones)./ Posiblemente usted me dará la razón./ Usted que me ha leído y no me conoce./ No nos veremos nunca pero somos amigos./ Si le gustaron mis versos/ qué más da que sean míos / de otros / de nadie./En realidad los poemas que leyó son de usted:/ Usted, su autor, que los inventa al leerlos.

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Ensayo: José Emilio Pacheco.
Líneas de trazo entre sus "no entrevistas" y su obra.
Este ensayo se realizó con textos de JEP tomados de las siguientes entrevistas:
- Elena Poniatowska, 1968.
- César Güemes, La Jornada, agosto, 2000. México. (iniciales).
- Juan Carlos Martínez, octubre de 1995. El Norte. Monterrey, México. (iniciales).
- Textos tomados del prólogo a su antología "Tarde o temprano". (guión). - Carta a George B. Moore en defensa del anonimato. (subrayado).
- Carta de Emmanuel Carballo a Carlos Fuentes.
- Memoria de la escritora Guadalupe Elizalde.
- Y la sombra que haya dejado escapar Beatriz Reyes Nevares.
Nota: todos los textos y respuestas de JEP están marcados con "negritas".

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Bibliografía:

Juan David García Vaca, "Los presocráticos". Fondo de Cultura Económica, Colección popular, 1980. México
José Emilio Pacheco, "Tarde o temprano". Fondo de Cultura Económica, colección Letras Mexicanas, 1980. México.
José Emilio Pacheco, "La fábula del tiempo", antología, Ed. ERA, 2005. México.
José Emilio Pacheco, "Álbum de zoología". Eds. El Colegio Nacional y ERA, 1998. México. Ilustraciones de Francisco Toledo.
José Emilio Pacheco, "Islas a la deriva". Ed. ERA, 1985. México.
José Emilio Pacheco, "En resumidas cuentas". Ed. VISOR, Colección de poesía, 2004. España.
José Emilio Pacheco, "El viento distante". Ed. ERA, Biblioteca de narrativa, 1977. México.
Íbid. Nueva edición, 2000.
José Emilio Pacheco, "El principio del placer", Ed. ERA, 2004. México.
José Emilio Pacheco, "Morirás lejos", Lecturas Mexicanas. Eds. Joaquín Motriz y SEP, 1986. México.
José Emilio Pacheco, "Los trabajos del mar", Ed. ERA, (nueva versión), 1999. México.
José Emilio Pacheco, "Las batallas en el desierto", Ed. ERA, (2ª. Ed. Revisada), 1999. México.
José Emilio Pacheco, "La arena errante", Ed. ERA, 199. México.
José Emilio Pacheco, "El reposo del fuego", Ed. ERA (nueva versión), 1999. México.
José Emilio Pacheco, "Ciudad de la memoria", Ed. ERA, 1997. México.
José Emilio Pacheco, "Miro la tierra", Ed. ERA, (nueva versión), 2003. México.
José Emilio Pacheco, "Irás y no volverás", Ed. ERA, (nueva versión), 2001. México.
José Emilio Pacheco, "Los elementos de la noche", Ed. ERA, (nueva versión), 2000. México.
José Emilio Pacheco, "Desde entonces", Ed. ERA, (nueva versión), 2001. México.
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Elena Poniatowska, "La hoguera y el viento", José Emilio Pacheco ante la crítica, Eds.UAM, Universidad Veracruzana, 1987. México. Pp. 18- 34.
Elena Poniatowska, "Todo México", Tomo I, Ed. Diana. Jorge Luis Borges Pp.115- 154, 1991. México.
José Emilo Pacheco, "Carta a George B. Moore en defensa del anonimato". Los trabajos del mar. Íbid. (poema).
Gabriel Zaid, "La poesía en la práctica", Lecturas Mexicanas, Ed. Fondo de Cultura Económica, 1985, México.
Sigmund Freud, "El malestar en la cultura", Clásicos del pensamiento, Ed. Biblioteca Nueva (Tr. Luis López-Ballesteros), 1999. Madrid, España.
Paul Valery, "Reflexiones", Ed. UNAM, Colección Poemas y Ensayos, 2002. México.
Jeahn Hani, "Mitos, ritos y símbolos. Los caminos de lo invisible" (tr. Francesco Gutiérrez), Ed. Sophia Perennis. Barcelona, España.
Emmanuel Carballo, "Protagonistas de la literatura mexicana, Ed. Alfaguara, 2005. México.


Texto publicado en: http://www.babab.com/no32/pacheco.php

Texto, Copyright © 2006 Guadalupe Elizalde.
Todos los derechos reservados.


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