
Domingo 23 de Septiembre de 2007 |
Redacción/Cambio de Michoacán
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Se hizo hincapié, durante la presentación de la Antología poética de Ramón Martínez Ocaranza, publicada por Editorial Jitanjáfora y la Secretaría de Cultura del Estado, en la importancia que la obra del poeta tiene no sólo para las letras michoacanas, sino del país y, se la consideró, pese a ser una de las más sustanciales del siglo XX en México, como poco conocida. El evento se llevó a cabo en el Aula Máter del Colegio de San Nicolás de Hidalgo, el 21 de septiembre a las 19: 00 horas. Estuvieron Alan Ramírez, Ernesto Hernández Doblas, Jorge Medina Santoyo, Gaspar Aguilera, Eduardo Langagne, Citlali Martínez y Marcos Edgardo Díaz, quien habló para Cambio de Michoacán. Antes de iniciar la entrevista, comentó que el del poeta es muy citado aunque su obra sólo se haya tocado superficialmente. Dijo también que aún no estamos del todo preparados para leerla, a causa de su complejidad. -¿Qué más nos puedes decir de la obra de Ramón Martínez Ocaranza? «La poesía de Ocaranza abreva en fuentes no sólo extranjeras sino también indígenas, como la literatura purépecha. Es una ‘obra’ muy combativa y oscura. De lo oscuro entiendo ‘profundidad’, no un poeta sencillo ni un poeta para decirle cosas bonitas a quién-sabe-quién. «Demanda un lector, si no erudito, por lo menos muy comprometido, sobre todo, en Patología del ser y en Elegía de los triángulos, aunque tenga libros más ligeros, sin que eso signifique que son menos importantes. Sin embargo, aún no podemos considerar su obra como tal; no hay una visión de conjunto: existen textos desde los 50 que, por desgracia, ya no se venden». -¿Qué puedes decir de la visión profética en Martínez Ocaranza? «Como profeta habría que verlo en sentido etimológico, es el portavoz de una poesía que aventura y diagnostica el tiempo en que vivimos y va más allá: en él concurren una serie de críticas al discurso científico, a la historia, entendida como mera cronología, a la poesía bonita, al hombre que no está a la altura de lo que es; crítica, a cómo se presenta la totalidad de lo existente y que, no obstante, muestra destellos de esperanza». -¿Puedes hablarnos un poco de su poética? «Sí. Parte de un ávido amor donde todo está gritando una especie de ámame, gritando ser reconocido. Apuesta por la belleza del odio contra el odio, utiliza maldiciones, en la expresión más fuerte del término: querámoslo o no, somos responsables, tú, yo, los que existimos, de lo que se ha hecho con la casa de la sabiduría, como él la llama. Hemos desterrado a los tlamatinime o tlamatini, según se traduzca; hemos profanado los ticallis. Debemos hacer poesía desde nuestra tierra, poesía de arraigo y no una que se haga en servilletas, espontánea u ocurrentemente, sólo expresando los sentimientos. Ocaranza no expresa sus sentimientos ni hace poesía del momento, la suya, a diferencia de la de muchos, se plantea poéticamente lo que es la poesía, y la define». Decías: ‘partir de la tierra para escribir’; en ese sentido, hay un poeta que inaugura esta época: Hölderlin, al que se lo considera totalmente ciudadano griego. ¿Podemos hablar de una situación semejante en Ocaranza, pero de este lado? «Hölderlin es, como lo llama Heidegger, ‘el poeta de los poetas’, enclavado en una tradición y en una tierra alemanas. Efectivamente, nos hace falta en México, en Michoacán, alguien que cuide la poesía, pero no exactamente como Heidegger. Acá hablaría quizá del olvido del ser, del ser-para-la-muerte, del ser en el mundo, categorías que el filósofo plantea no sólo en Hölderlin. Así como él va a los griegos, nosotros debemos ir a la Relación de Michoacán, a la mitología, que es lo que hace Martínez Ocaranza. Al respecto, se han ya hecho grandes trabajos: Josefino Fernández, León-Portilla, Luis Villoro, Emilio Uranga, son intelectuales que han pensado lo propio de nuestra tierra. Las categorías que traemos de allá tal vez incluso desaparecerían si comenzáramos a prestarle más atención; por eso necesitamos urgentemente rememorar la poesía pensante de Ocaranza, tomarla más en serio. Hölderlin, aparte de poeta es pensador, y Ocaranza no solamente escribe poesía, tiene libros, por así decirlo, de historia de la literatura y eso implica que sí: Ramón Martínez Ocaranza es nuestro poeta». -De este ser-para-la-muerte que mencionas, la poesía prehispánica revela una gran carga; los poetas occidentales, sobre todo, tratan de oponer algo para no caer en este abismo. ¿La obra del maestro Ocaranza postula respuesta a esta angustia existencial? «Sí, de hecho, Ocaranza leyó a Heidegger y estuvo en contacto con Uranga. Los dos se juntaban a leer El ser y el tiempo; como Uranga manejaba el alemán podía traducírselo. Pero esta conciencia de la muerte la hallamos ya desde mucho antes, me viene a la mente nada menos que Nezahualcóyotl: Acaso de veras se vive con raíz en esta tierra / No para siempre aquí / Sólo un poco aquí / Aunque sea de jade se quiebra / Aunque sea de oro se rompe / Aunque sea plumaje de quetzal se rasga. La conciencia de la finitud está presente en Nezahualcóyotl e, indudablemente, en Ocaranza. En éste, sin embargo, hay una muerte enemiga, que sería, en términos heideggerianos, una muerte inauténtica que sólo se define como el final de la vida. «Ocaranza señala que la vida es una continúa agonía, que ahora mismo estamos muriendo; esto lo encontramos también en las Elegías de Duino de Rilke: Quién nos dio la vuelta de tal modo, que hagamos lo que hagamos / tenemos la actitud del que se marcha. En fin, siempre estamos en despedida. Aquí, habría que resaltar la relación con Gorostiza, con Muerte sin fin». -¿Qué libro destacarías como el más importante de Martínez Ocaranza? «Su obra imponente es, y en este sentido quiero ser muy claro, Patología del ser. Libro muy difícil que requiere una lectura lenta y que sólo se ha tocado superficialmente. Hoy aún no estamos preparados para leerlo. En general, su obra requiere una vida para ser estudiada». |
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