
Para entender la obra de Rosario Castellanos hay que explicar y trazar las coordenadas del contexto social, histórico, político y artístico en que se desarrollan su vida y su obra.
Rosario proviene de una familia pudiente de la ciudad de Comitán, situada al sur del estado de Chiapas, muy cerca de la frontera con Guatemala. Es una familia de terratenientes y de no muy buenas referencias entre los indios tojolabales y tzeltales.
Es la clásica familia finquera, que deja sentir su presencia en las regiones chiapanecas de los altos y de las cañadas, desde mediados del siglo pasado. Hoy, para los que conocen esa zona, pueden encontrar en la tradición oral voces de desprecio entre los indios hacia doña "Chayota" Castellanos, la abuela de Rosario, la matrona implacable de la familia Castellanos en la región, y que actualmente tiene su exponente a través de la figura de otro personaje de la familia: el general Absalón Castellanos Domínguez, exgobernador chiapaneco, secuestrado y liberado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en 1994. Esa era la prosapia de Rosario.
Sin embargo, como veremos en este artículo, Rosario Castellanos (doña Rosario, como la recuerdan cariñosamente los comitecos) es la parte creativa, humana, femenina, crítica y sensible, que logró con su obra, sus ideas y acciones trascender el peso de su familia en Chiapas.
La obra de esta mujer, digna de homenaje, está enmarcada históricamente por las siguientes situaciones:
Por un lado, tenemos el entorno tradicional de una familia caciquil en el campo mexicano, de larga tradición dentro del sistema político en nuestro país. Por otro lado, tenemos un contexto internacional marcado por la Guerra Fría, que va de la guerra de Corea hasta la guerra del Yom Kipur, entre Israel, Egipto y Siria. En otras palabras, Rosario Castellanos y su obra se desarrollan en un tiempo de conflictos mundiales y de ideologías radicalizadas: la lucha entre Oriente y Occidente, entre el comunismo y el capitalismo, entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, y los problemas irresueltos de etnicidad y territorialidad en el Medio Oriente.
Fueron años, sobre todo los cincuentas, de persecución macartista, en donde podemos entender en la novela de Rosario Castellanos Oficio de tinieblas, aquella referencia al maestro Fernando, cuando lo atacaban de "comunista" por el sentido de sus cursos de civismo. "…Para la mayoría, el vocablo comunista carecía de significación, pero sonaba en sus oídos como el anuncio de algo siniestro y amenazador, encarnado en este hombre de quien nadie sabía su historia".
La obra de Rosario Castellanos tiene un precedente de gran peso, un peso masculino. Apenas tres años antes de la publicación de Balún Canán, el Premio Nobel de Literatura se le había otorgado al mejor exponente del estilo viril, el del hombre, su soledad y la aventura, al escritor norteamericano Ernest Hemingway, el estoico y el constante conflictivo ante la muerte. Evidentemente eran los tiempos donde la literatura seguía signada por la obra del hombre, por lo masculino.
La obra de Rosario, dentro de estas coordenadas históricas, también está contextualizada por la obra gubernativa de Adolfo Ruiz Cortinez, aquel presidente que concedió el derecho al voto de la mujer, y por la puesta en circulación, en 1960, de la píldora anticonceptiva. Balún Canán nace en 1957 cuando el cineasta japonés Akira Kurozawa termina su máxima obra, Los Siete Samurais, y nace también cuando en África se inicia un movimiento de independencia generalizada ante la presencia europea. Balún Canán, la primera novela de Rosario Castellanos, convive con la presencia plástica de David Alfaro Siqueiros, aquel pintor y muralista que decía que no existe arte sin contenido ideológico.
Balún Canán, que significa "nueve estrellas", novela que recrea el campo indígena de Chiapas durante el cardenismo, conoce en el momento de su publicación la exploración del espacio con el Sputnik que lanza la Unión Soviética. Balún Canán no es ajeno en tiempo a Erich Fromm y su conocida obra "El Arte de Amar", aquel psicoanalista antifreudiano que defendía la libertad del hombre frente a sí mismo y frente a la sociedad.
Balún Canán, la primera obra novelística de Rosario, era, paradójicamente, de las últimas obras literarias indigenistas que se producían en México, y que iniciara en 1935 Gustavo López y Fuentes con la obra El indio, una obra que resaltaba la documentación de usos y costumbres de la vida del nativo y la recuperación del indio instrumentalizado más con fines políticos que la denuncia de la opresión.
Tanto Balún Canán como Oficio de Tinieblas compiten literariamente en el contexto internacional con lo mejor de la literatura soviética de Mayakowski, Pasternak y Solyenitzin. Rosario Castellanos, una mujer que se había criado con una indígena tzeltal, la nana Rufina, de quien aprendiera su idioma y de quien retoma simbólicamente el siguiente párrafo en Balún Canán: -"…Y entonces, coléricos, nos desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos atesorado: la palabra, que es el arca de la memoria…".
Hay que decirlo, estamos hablando ahora del contexto literario, de las coordenadas indigenistas de la literatura que van del poeta César Vallejo, José Carlos Mariátegui, Manuel Soroza, José María Arguedas, todos ellos peruanos; del Premio Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias, escritor guatemalteco, y Francisco Rojas, Bruno Traven y Ricardo Pozas Horcasitas, este último destacado antropólogo mexicano, representante del indigenismo que inaugura Gonzalo Aguirre Beltrán.
Esta moderna narrativa indigenista se centraba en el enfrentamiento entre la cultura india y la cultura blanca.
Mientras en Alemania se construía el Muro de Berlín y la canción La respuesta está en el viento… de Bob Dylan, recorría el mundo, en México Rosario Castellanos publicaba su segunda novela Oficio de tinieblas; era 1962. Esta obra recrea el conflicto que se da entre los indígenas tzotziles y los ladinos o coletos, en aquel Viernes Santo de 1868, cuando un numeroso grupo de chamulas que acudían a una peregrinación al pueblo de Tzajalhemel, crucificaron al niño Checheb para sustituir con la ejemplaridad de ese cristo nativo la devoción por Jesús; este hecho, aunado a otros, desencadenó un conflicto en donde miles de indígenas se enfrentaron al gobierno chiapaneco para exigir la liberación de los intelectuales indígenas de aquel acontecimiento. Fue la Guerra de Castas chiapaneca.
Voy a ser simple: la obra novelística de Rosario Castellanos llega cuando la moda literaria del indigenismo estaba terminando, y por el contrario, arribaban nuevas formas literarias, como el neorrealismo soviético y el existencialismo francés y, por otro lado, la obra dinámica de las artes plásticas en Vasarely y el expresionismo profano de Pedro Coronel, la confabulación plástica de Toledo, y las configuraciones escondidas del narcisista José Luis Cuevas ya estaban presentes.
La obra novelística de Rosario es en realidad una trilogía compuesta por Balún Canán, Oficio de Tinieblas y a recién editada Rito de iniciación, se significa en un giro decisivo de su literatura: con ella se cerraba el ciclo Chiapas y se iniciaba la etapa citadina, influenciada por el entusiasmo, el vigor y la inteligencia del "nouveau roman", la novela romántica.
Para finalizar, quisiera destacar la siguiente paradoja. Cuando Rosario se encontraba en lo mejor de su etapa feminista, 1970-1974 -faceta que abordará otra compañera expositora-, el mundo ya había cambiado. Vientos favorables a la mujer llegaban. En el escenario internacional, el movimiento feminista era ya una realidad. Voces como la de Susan Sontag, Simone de Beauvoir, Jane Fonda, Sol Arguedas, Alaide Foppa y un grupo de mujeres intelectuales mexicanas, que luego constituyeron la revista Fem, hacían escuchar sus propuestas y sus inquietudes. En este contexto Rosario se manifestaba como una intelectual que se encontraba en la primera línea de un frente contra la discriminación, la inferiorización y la desigualdad de relaciones y derechos que corresponden a la mujer.
La paradoja es la siguiente. Cuando Rosario Castellanos muere en aquel lamentable accidente en Tel Aviv, Israel, era el año en que el crecimiento demográfico era la preocupación mundial: 4 mil millones de personas estaban en relación asimétrica con el desarrollo armónico y el consumo de energéticos y alimentos. Consecuentemente se inicia en el mundo con toda intensidad los programas de control de natalidad, con la carga que ello significaba para los derechos de la mujer. La mujer y la reproducción humana pasaban a ser punto de solución a una situación que tenía causas estructurales. Al año siguiente, 1975, ya sin la presencia de Rosario, se celebra el Año Internacional de la Mujer, iniciativa por la que Rosario Castellanos Figueroa luchó y que ya no pudo ver culminada.
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